Este libro fue realizado por los niños y niñas de 5° año C de la Escuela N° 104 “Maestra Leticia Volpe”.
Maestra Eliana Marichal Carbajal
Ilustraciones: Niñas y niños de 5° año C.
Técnicas mixtas: collage, lápices de colores y témperas. Editorial La pérgola. Santa Lucía, Uruguay.
Noviembre – Diciembre, 2020.
Es nuestro mayor deseo que este trabajo sobre la participación de las mujeres en la Revolución Oriental haga justicia por la memoria y la historia de Victoria, por una de las olvidadas, de “las nadies”, como diría el gran Galeano. Este libro es por y para ella. Nos gustaría dedicarlo a todos aquellos y aquellas que se tomen el tiempo para leerlo y, esperamos, disfrutarlo.
CHINAS CUARTELERAS
Aún antes del siglo diecinueve muchas mujeres seguían a los ejércitos en varias partes del mundo. Para las tropas inglesas les era permitido que sus mujeres y sus hijos vivieran en la guarnición a la que eran asignados. Es explicable por cuanto el núcleo familiar dependía de la paga del soldado. Uruguay no fue la excepción y su existencia se remonta al menos a las guerras por la independencia.
En tiempos de la dominación española la voz ‘”china” pasó a identificar a la mujer indígena y luego también a las mujeres mestizas de ese origen. Precisamente la denominación genérica de “chinas” para las mujeres que acompañaban a los ejércitos rioplatenses, especialmente a lo largo del siglo diecinueve y primeras décadas del presente, obedeció a que en su mayoría éstas eran de origen indígena.
El testimonio de un periodista del diario “El Paysandú” durante la revolución de 1897 relata: “Las chinas del ejército del gobierno, correspondientes al cuerpo de Barriola … estaban vestidas de hombre y a la manera más estrafalaria, con bombachas de bolsas, con deshechos de sacos particulares; y con casacas de milico hecho trizas. Todas llevaban armas y divisas y todas fumaban y tomaban caña. Algunas de ellas eran jóvenes todavía, pero, tanto las jóvenes como las viejas habían perdido totalmente los rasgos de su sexo. Eran varones lampiños, enflaquecidos por las fati-gas, curtidos, ennegrecidos por la intemperie…
También ayudaban al bien morir, acompañando a los moribundos o actuando como “despenadoras”, para ahorrarle al desdichado soldado los sufrimientos de la agonía… Para los que se habían salvado, o tenían heridas de menor consideración, armaban rápidamente cigarros y le cebaban mate o algún trago de aguardiente robada.
Delfina, era la hija del Coronel Pedro I. Mena, fallecido en Masoller en 1904 y nieta de un jefe de Timoteo Aparicio, Pedro Mena. Participo como soldado de Nepomuceno Saravia en la revolución de Rio Grande del Sur, Brasil y en nuestro país en 1897 y 1904. Recibió el grado de Teniente y está registrada su actuación, además, como enfermera de guerra.
Carmen Robledo quien con tan solo 16 años participo en los combates y escaramuzas de Villa Alejandrina (1904), ubicada en las proximidades de La Agraciada.
Allí en el campo de batalla es felicitada por su valor por el Teniente Isasmendi y ascendida a Sargento.
Otra de las jóvenes combatientes fue la salteña Herminia García quien con 14 años tiene su bautismo de fuego en la batalla de Guayabos bajo las órdenes del Coronel Feliciano Viera. Las guerrillas avanzadas de las divisiones de Paysandú y Salto también la encontraron combatiendo en Masoller. Su vestimenta se componía de pantalones y casaquilla, a lo hombre, sumando un sombrero con divisa. Manejaba a la perfección su fusil Máuser.
Tomado de “Mujeres, soldados, amantes y curanderas”, Mensuario Panorama, mayo 2016, C.M.Prigioni